Con el fallecimiento de la Reina Isabel II veremos una vez más la ley de sucesión sanguínea, haciendo que el Príncipe Carlos sea proclamado y posteriormente coronado. A nivel política de gestión del imperio británico veremos una decaída del poder establecido ya que el potencial de gestión de Isabel II era abrumador. Su posición técnica como jefe de estado activa fue decisiva en las decisiones que llevaron al crecimiento y mantenimiento del alcance de la potencia británica. Con las polémicas del celuloide rosa que arrastra la figura de la familia real. La imagen de unidad del reinado con la sociedad se basaba en el carisma de Isabel II. La sociedad británica defendía o bien soportaba la monarquía y el sistema retrogrado establecido con la costumbre que esta sociedad en la que estamos tiene ante mandatarios de mano de hierro y mandato continuado.
La más que posible disminución del populismo del imperio británico más los conflictos con el brexit, el flagrante bufón de primer ministro. Los efectos del sars cov2, la batalla entre Ucrania y Rusia etcétera nos llevará al fin del sistema geopolítico británico y su relevancia como potencia decisiva tal y como lo conocemos. Cómo es normal en esta sociedad la decadencia de un país será el trampolín de regreso de políticas de división territorial, el auge de políticas populistas de ambos extremos. Y como no una desestabilización bursátil.
Desde el fin del colonialismo británico y las Malvinas y los seudo conflictos entre España y Gibraltar. La vieja Inglaterra estaba ya herida de muerte.
Veremos qué sucede...
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